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Extermino de civilizaciones ocultas en la Amazonia ecuatoriana

Publicadas por Somos Sudacas |





La masacre de al menos cinco indígenas taromenanes y tagaeris a orillas del río Coronado Chico, en las selvas del Parque Yasuní del Ecuador, ocurrida en febrero pasado, fue quizás el último atentado directo contra las civilizaciones ocultas que todavía habitan la Amazonia (1), pero con seguridad no será el único intento por forzar a estos pueblos a que acepten las imposiciones del ‘desarrollo’ occidental, incluso a costa de su propia supervivencia.

Estas castas son familiares de la comunidad de los huaoranis (babeiris, guequetadis, piyemoidis, hueperis, taromenanes, baihuaris), que desde la década del 50 vienen siendo persuadidas y cooptadas por la civilización occidental.

El Instituto Lingüístico de Verano (ILV) es uno de los responsables de la persecución contra estas culturas. Este instituto, bajo el manto de la evangelización protestante, conformó grupos de exploradores para ‘civilizar’ a los pueblos indígenas que se encontraban en aislamiento voluntario o que aún conservaban sus culturas (2).

Las tácticas de penetración del ILV iban desde arrojar regalos sobre la selva hasta traducir el Evangelio a las lenguas nativas, luego que éstas eran descifradas. De esta manera, transformaban las cosmovisiones y el respeto por la naturaleza, propios de las comunidades originarias, en deseos de consumo y acumulación de riqueza.

Precisamente el pueblo huaorani, en las selvas del Yasuní, fue uno de los escogidos para la colonización protestante del ILV. La riqueza de sus tierras, que con cerca de un millón de hectáreas es considerada la reserva biológica más grande del mundo, es el refugio de los pueblos libres que se encuentran entre Ecuador y Perú. De hecho, organizaciones como Acción Ecológica estiman que en una hectárea de bosque del Yasuní puede haber mayor diversidad de especies maderables que en toda Norteamérica (3).

En un primer momento, los pueblos originarios resistieron fuertemente la penetración de las petroleras y madereras, e incluso mataron a cinco norteamericanos que intentaron penetrar su territorio en 1955. Pero este hecho aceleró el proceso evangelizador llevado a cabo por los “Aucas” (4) y generó profundas divisiones dentro de las castas huaoranis, aunque también alianzas importantes. Las familias taromenanes y tagaeris, pese a tener una enemistad histórica, en los años 60 decidieron unirse, incluso mediante matrimonios y alianzas familiares, luego de ser atacados desde un helicóptero.
Desde entonces, tagaeris y taromenanes recorren las selvas del Yasuní sin que hayan podido ser contactados. Lo claro es que siempre atacan a cualquier grupo que intente ‘civilizarlos’, sean campesinos, colonos o indígenas ‘civilizados’ (especialmente kichwas), al servicio de las empresas petroleras de la zona. Sus ataques se remontan a 1971, cuando fue asesinado un cocinero de la petrolera Western en el río Tivacuno. En 1984, el jefe Taga atravesó con su lanza al indígena Dagua Kichwa, quien trabajaba para las petroleras, pero, antes de morir, Dagua mató a Taga de un disparo. De allí viene el nombre de los Tagaeris. Sin embargo, el ataque más sonado se produjo en julio de 1987, cuando fueron estacados el padre Alejandro Labaca y la monja colombiana Inés Arango, pertenecientes a la misión capuchina que tiene su sede en Aguarico (Ecuador).

Luego de 14 años, cuando muchos los daban por extinguidos, reaparecieron los “errantes de la selva” y mataron a dos indígenas kichwas. Estos ataques provocaron el desplazamiento de los colonos del Yasuní.

Pero la sed de dinero de las empresas originó un conflicto mayor. Petroleras y madereras decidieron armar a los indígenas colonos para que exterminaran a los también llamados pueblos no contactados, que aún se resisten a sus intereses. Y en 2003 se produjo la matanza de cerca de 30 indígenas tagaeris, entre hombres, mujeres y niños, por parte de algunos de sus hermanos de sangre que trabajaban para las petroleras y madereras.

En la actualidad, las luchas ancestrales que se desarrollaban en las selvas de la región están mediadas por los intereses transnacionales, ávidos de riquezas naturales, biodiversidad y minerales en cualquiera de los nueve países que conforman la Amazonia.

El megaproyecto conocido como la Iniciativa para la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA), eje Amazonas, pretende penetrar las selvas indómitas de Perú, Ecuador, Brasil y Colombia para crear una serie de hidrovías que conecten los océanos Atlántico y Pacífico. Una de estas hidrovías es la de Manta-Manaos, con numerosas carreteras para unir el puerto de Esmeraldas con el río Napo, en la Amazonia ecuatoriana (5). “Hay trechos de carreteras que pasarán por parques nacionales, como el Llanganates, mientras el puerto de la localidad de Belén es construido en las márgenes de la Reserva Biológica de Limoncocha y del Parque Nacional Yasuní, considerado como una de las mayores reservas de biodiversidad del planeta y hábitat de pueblos indígenas en aislamiento voluntario”.

La IIRSA prevé la ejecución de 507 grandes obras en 20 años, con una inversión total estimada de 70 mil millones de dólares. De éstos, 21,2 mil millones ya están siendo invertidos en 145 proyectos (6).

El ‘desarrollo’ implícito en el avance y la implementación de los megaproyectos en la Amazonia incluye el extermino de los pueblos ocultos, de sus culturas y sus cosmovisiones. Vale la pena preguntarse si, después de siglos de exterminio y con la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos Indígenas en medio, dejaremos que este nuevo capítulo pase las hojas de la historia sin contemplación. El resultado será, sin duda, la desaparición de los reductos de una civilización que ha resistido con dignidad el colapsado modelo de desarrollo que genera una catástrofe humanitaria y una hambruna sin precedentes. ¿Será un paso más hacia el vacío, sin derecho a retroceder en el círculo sagrado de la vida?

1 Los perpetradores de la masacre al parecer fueron madereros colombianos que intentan penetrar las selvas del Yasuní para explotar sus riquezas. Para mayor información, ver: http://www.diariocritico.com/ecuador/2008/Febrero/noticias/60324/denuncian-muerte-cinco-indigenas-de-las-ancestrales-tribus--taromenane-y-tagaeri.html.
2 Para mayor información sobre el ILV ver la entrevista al Antropólogo José Marín González (El Fundamentalismo protestante es el peor enemigo de los indígenas de América Latina), en_ http://www.servindi.org/archivo/2005/201, y el libro: ¿Pescadores de Hombres o Fundadores de Imperio? El Instituto Lingüístico de Verano en América Latina, en: http://www.nodulo.org/bib/stoll/ilv0a.htm
3 Para mayor información, ver: http://www.amazoniaporlavida.org/es/index.php.
4 Palabra que en Kichwa significa salvaje. Ibid.
5 Ojeda, Igor y Brasilino, Luís. Las Venas cada vez más abiertas de América Latina, en: http://alainet.org/active/22121 (Página web de América Latina en Movimiento (ALAI). Febrero 12 de 2008.
6 Ibid.

Pueblos Indígenas en resistencia

Jueves, 20 de Noviembre de 2008 12:37 Alirio Duque Edición 140

Somos Sudacas

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Es un Colectivo de comunicación popular y alternativa que surgió en junio de 2001. Nuestro programa fue transmitido ininterrumpidamente hasta el 28 de octubre de 2004 cuando fue cerrado INRRAVISIÓN por el gobierno nacional. Anteriormente la palabra “sudaca” se utilizaba para nombrar a los sudamericanos que se encontraban exiliados en Europa, producto de las dictaduras militares en el cono sur espacialmente. Un término despectivo que también encierra la estigmatización contra los latinoamericanos: “sudor y caca”. Estos dos elementos que para muchos son símbolo de “excoria social” para nosotros significan perseverancia, resistencia y desde el punto de vista fisiológico, una necesidad humana que por fea y desagradable que parezca es parte de nuestro cuerpo. Lo que para los estilistas del lenguaje es peyorativo, para nosotros refleja la exclusión que por tantos años ha padecido los pueblos americanos. Esa odisea que aún no termina y que por tanto, si queremos incidir en el cambio social, debemos mirar hacia los “sudacas” que en la cotidianidad enfrentan la segregación étnica, social, cultural, política y económica.
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